La chirimoya, annona cherimola, es una fruta originaria de los Andes peruanos y ecuatorianos que se cultiva en casi todos los países de clima subtropical. El árbol del chirimoyo presenta un tronco corto y copa amplia más o menos redondeada, puede llegar a medir hasta 8 metros. La forma del fruto es irregular y la pulpa blanca, con un sabor dulce y delicioso.
A la hora de la preparación del terreno, se recomienda la aplicación de una base de estiércol antes de la plantación, con el objetivo de mantener la fertilidad del suelo y favorecer la penetración y expansión de las raíces.
El árbol del chirimoyo funciona bien en suelos ligeros, profundos y ricos en materia orgánica. Necesita que estén bien drenados y que las raíces tengan buena aireación. Los suelos compactos y arcillosos, no le benefician.
El nivel de pH óptimo del suelo ha de estar comprendido entre 6,5 y 7,5 con un contenido total en caliza inferior al 7%.
Al ser una fruta de origen subtropical, requiere de un clima cálido con pocas oscilaciones. Además, no tolera las heladas, ya que producen daños en las hojas y en los frutos.
Es imprescindible para el correcto desarrollo del árbol abonar durante toda la temporada de crecimiento (primavera y verano). Normalmente se emplean complejos N-P-K variables desde 0,250 kg hasta 5 kg según el tamaño del árbol. Los abonos para chirimoya deben contener un alto nivel de nitrógeno. El árbol es muy sensible a la carencia de potasio, produciendo necrosis en los márgenes foliares. Si trabajamos en un suelo con carencia de potasio la dosis de abono recomendada será de 120 U.F. N/ha y 500 U.F. K2O /ha, aunque siempre habrá que contrastar con el análisis del suelo en el que se esté trabajando.
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