Las nectarinas son árboles originarios de China y derivados de una mutación de los melocotoneros. Su fruto es muy parecido al melocotón, con la diferencia de que la piel es lisa y brillante, y el hueso aparece suelto en su interior.
El árbol de nectarina puede alcanzar unas dimensiones de 4 a 6 metros y presenta flores de manera solitaria o reunidas en pequeños grupos que dan un fruto de forma redonda y coloración en tonos naranjas, amarillos y rosáceos.
Estos frutales son típicos de zonas de poca altitud, hasta alturas de aproximadamente 300 metros. En invierno soportan temperaturas inferiores a los -7 grados centígrados, incluso los frutos recién formados pueden sobrellevar temperaturas negativas de hasta -1.6ºC, aunque por debajo de estos valores se podría llegar a perder la cosecha.
La nectarina requiere de suelos profundos con un buen drenaje para un cultivo adecuado. Los suelos de naturaleza ácida son los mejores para este tipo de árboles. Además, es importante que el suelo tenga un correcto nivelado para evitar la acumulación de agua en la superficie que podría derivar en una humedad excesiva para el frutal.
Durante los primeros tres años de plantación la nectarina, se recomienda realizar un aporte continuo de nitrógeno en los meses de febrero a junio, con unas cantidades de 200, 400 y 600 gramos de nitrógeno respectivamente para cada año.
Posteriormente, el abonado de la nectarina se realizará, como en el resto de cultivos, tras hacer análisis de suelo y foliares para determinar cuáles son los nutrientes que el cultivo necesita. Como valores orientativos se pueden tomar los siguientes:
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